La iglesia Católica también reaccionó ante las consecuencias sociales que provocó la Revolución Industrial a través de la llamada doctrina social de la Iglesia. Su primer gran documento fue la Encíclica Rerum Novarum (1891)  del Papa León XIII, donde afirmaba que todo ser humano tiene derecho a una existencia digna y que el único medio que tiene para subsistir es su trabajo, por lo cual debería ser recompensado mediante un justo salario. 

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